El Festival Sulayr -Música en los Tinaos- cierra la octava edición por todo lo alto con Dissidenten en la Plaza de la Libertad y los pampanurrios como protagonistas.

photocall sulayr

Música étnica, electrónica, indie, rap; cuentos eróticos en los rincones, poesía que se alimenta de «pan de pueblo y agua de alcantarilla»; danza contemporánea, espacios patrimoniales, comidas del mundo, guateques étnicos, actividades en la naturaleza, propuestas para hacer en familia, casas particulares con música en sus jardines; artistas emergentes y otros que pueblan la fama; así como un amplio equipo de personas voluntarias al servicio de unos visitantes ávidos de sorpresas han sido parte de un festival que apuntala singularidad y cercanía.

Concierto Dissidenten

Con Dissidenten como cabeza de cartel, además del proyecto por encargo Serenata alpujarreña -Canto de amapolas-, que integraba a Fandila, Antonio Arias, Alonso Díaz, los hermanos María del Mar y David Montañés y la asturiana Lorena Álvarez, el festival tenía la afluencia de público asegurada. Pero no es solo la cantidad lo que interesa en este proyecto alpujarreño, sino tender hilos que favorezcan las relaciones entre creadores, públicos, aficionados a la naturaleza, vecinos o turistas ocasionales. El festival pone especialmente el foco en crear un suelo firme en el que poder apoyarse para futuras ediciones. Entre los materiales que construyen ese suelo el principal es el encuentro, además de ir cimentando paralelamente una estructura de funcionamiento que consolide distintos espacios, así como públicos diversos. El propósito es incluir a niños y mayores, acoger las diferencias, sean del tipo que sean, construyendo un abrevadero común alrededor de la cultura y en comunión con los recursos del entorno. La convivencia entre creadores durante estos días ha sembrado la semilla de proyectos que, por lo pronto, pueden unir distintas ciudades europeas en las que algunos músicos desarrollan su trabajo. Son solo parte de esos lazos que habrá que ir anudando durante un tiempo próximo. Sirva como anécdota el deseo de Noujoum Ouazza -integrante de Dissidenten- de tener una mandola como la del músico e investigador granadino Moncho Rodríguez, de quien la tomó prestada para su concierto del sábado por la noche. El impacto llegará hasta los lutieres de Baza, donde el músico de Fandila hará de emisario para conseguir la nueva mandola. Estos son algunos de los ejemplos de la llamada teoría de los seis grados o de cómo todos estamos interconectados. Son precisamente esas conexiones las que aprovecha el festival para unir músicos de distintos orígenes, géneros o procedencias, pero también para ensamblar formas artísticas diversas como la danza o la poesía, así como para establecer un movimiento constante entre lo local y lo global, entre el asfalto y la tierra, entre lo sofisticado y lo espontáneo, y sobre todo entre los que se quedan cuando los que llegamos al final acabamos diciendo adiós, aunque sea con chocolate. Si algo resaltamos de este año ha sido la implicación y generosidad de los vecinos del pueblo.

Pasacalles etnográfico realizado por los vecinos de Pampaneira

Ellos no solo han prestado sus propias casas para los conciertos, sino que han participado en una propuesta escénica que ha mezclado a pequeños con mayores. La recreación de los usos y costumbres de un tinao -espacio musical que define al festival- ha puesto de manifiesto que un festival como el Sulayr logra ser por unos días un antídoto contra una sociedad que puede parecer agotada.

Larga vida al Festival Sulayr
Nelia- Reyes García