RESUMEN Edición 2019
La Frontera
El festival Sulayr toma la frontera como referencia desde la que armar las propuestas durante el año 2019. La frontera entendida en un sentido metafórico y simbólico pero también real.
Esta decisión de revisar las lindes, los límites que configuran los procesos culturales ha tenido consecuencias a la hora de concebir, programar y estructurar este proyecto cultural que se desarrolla entre las montañas del sol, como las llamaban los granadinos de antaño, que vivían en esas tierras y a los que la historia recuerda como árabes.
Los espacios fronterizos son escuchados hoy como lugares que van de la exclusión y el muro hasta territorios imaginados o reales donde se producen prácticas de vida barnizadas de la solidaridad y los vínculos que van penetrando cada una de las creaciones colectivas. La música se instala en las frontera produciendo un tipo de contenidos expresivos concretos y dinámicos que van a definir las formas de creación, producción y consumo.
A lo largo de la historia las fronteras han sido espacios generosos dónde el sincretismo, la interculturalidad o la fusión -en el caso de la música-se presentan como elementos fundamental. Ejemplos como Enrique Morente con Lagartija Nick, Raimundo Amador, Martirio, Radio Tarifa o Dissidenten son una clara referencia que ponen de manifiesto que la pureza y la tradición no son más que construcciones empeñadas en hacer una foto fija de algo que permanece continuamente en movimiento.
La música ilustra la hibridez, la porosidad y la fertilizad por la que se cuelan los intentos de hacer de las fronteras algo rígido y estable.
En el Festival Sulayr hay un intento de mostrar los espacios fronterizos como puntos de encuentro: entre gentes diversas, entre los géneros musicales a veces impuestos por las industrias, entre los espacios que de pronto devienen escénicos, todo ello para que la música acorte el recorrido desde la creación musical hasta el público. Un desplazamiento de lo fijo hacia lo móvil, del individuo a la comunidad, del patrimonio material a la creación de “no lugar”.
Ni las fronteras son siempre rígidas ni las creaciones lineales y una muestra de ello es la diversidad de universos musicales y humanos que presentamos en el Festival Sulayr. Tomando las palabras del crítico musical Juan Jesús García, Sulayr es algo más que un festival.
Viajamos a tiempos remotos a través de repertorios que releen o reinterpretan creaciones llevadas a cabo en las culturas bizantina o judía. Es el caso de las músicas religiosas que Jorge Morata ha dirigido con las voces del Coro y el apoyo instrumental del Ensemble de la UGR. A su lado la obra de David Montañez sorprende por elaborar con las bases de una noción contemporánea un concepto que combina las bodas con la alquimia. Son formas creativas que sitúan la integración como base de los conflictos interculturales.
El Festival ha querido dejar claro que, la Iglesia como espacio de culto puede también atravesar esa frontera y prestando el espacio a un público diverso, al modo en que Paul Winter dispone las celebraciones de los solsticios en la Catedral de San Juan el Divino de la cosmopolita ciudad Nueva York. Todo ello bajo el paraguas del respeto a los distintos credos y con el apoyo de Alfonso Aguilar, un párroco que entiende que no hay nada que esté tan cerca del Dios que el arte mismo.
De otro lado y como una producción más, el Festival dialoga con las músicas actuales que buscan apoyo en la llamada tradición. Se trata del trabajo de fusión de músicos con una carreta sostenida bajo el respeto a quienes les precedieron, al calor de los cantes de antes. Nos referimos a Maui, Raúl Rodríguez y Antonio Romera “Chipi” (La Canalla). Con una brillante carrera profesional estos tres músicos se han propuesto cruzar las fronteras creativas de sus propias estéticas y volcar las vivencias profesionales en un proyecto común al que han dado en llamar Fatigas Triples. Herederos del respeto a su linaje, perteneciente a familias dónde la música ha sido uno de las bases de relación en el parentesco dejan entrever los saberes de Bambino, Martirio, Ruibal o Enrique Santos Discépolo. Las influencias de la rumba, la copla o el tango están estampadas en sus creaciones.
Y ahí no acaban ni las prácticas ni los procesos que el Festival ha tenido en cuenta para derribar y hacer líquidos los materiales desde los que están construidas nuestras fronteras mentales. Un ejemplo lo tenemos en los flujos que se producen entre lo público y lo privado o entre la administración y la ciudadanía. Sulayr se construye sobre un andamiaje de un equipo que reconoce la colaboración de los todas las gentes que habitan en Pampaneira: los llamados “guiris”, los “hippies” y los pampanurrios y pampanurrias. De nuevo lo interétnico es más una suma que una taxonomía. Se amalgama, se disuelve de nuevo en el trabajo conjunto la otredad.
Frente a la escasez de recursos económicos El Equipo formado por una gran cantidad de voluntariado completa las piezas de un puzzle que construye una comunidad cohesionada y adherida en torno al Sulayr Festival. El grupo es uno de los elementos identitarios que refuerza el sentimiento de pertenencia a un proyecto lleno de vida, en el que el proceso supera al resultado.
Todos salimos ganando, las empresas hoteleras, los restaurantes, quienes venden miel y jamones, los telares o aquellas periferias de los pueblos limítrofes que recogen los ecos de un proyecto cultural que supera el pequeño espacio de un pueblo que ronda los 350 habitantes. El interés generado, la afluencia de visitantes y las cifras de ocupación hoteleras, representan algunos de los parámetros de corte más puramente económico, también contemplados en el festival.
Los medios de comunicación se encargan de que las fronteras físicas sean atravesadas por las ondas radiofónicas, por las redes virtuales que hacen migrar crónicas de periodistas de gran generosidad como José Miguel López, Paco Valiente o Jesús Lens.
Así que el intento de entender las fronteras de forma delimitada, como algo que separa no es más que una abstracción. Sirva un nuevo ejemplo de la programación, que completa las actividades musicales, nos referimos a los conciertos de pequeño formato y de grupos que combinan lo amateur con lo profesional. Tienen lugar en las características estructuras arquitectónicas alpujarreñas llamadas tinaos, de ahí su nombre: Música en los Tinaos. Esta es quizá la parte más singular de un festival creado sobre la base de la inexistencia de espacios escénicos, al menos concebidos como tales. Los talleres y conciertos en la plaza y en la iglesia complementan las actuaciones, a las que se añaden talleres, performances, mesas redondas, certamen de pintura al aire libre, concurso de clipmetrajes o acciones fotografías que pueden captarte por sorpresa en cualquiera de las calles laberínticas.
No olvidamos la dimensión espiritual, de un lado la cantante e instrumentista Victoria Cruz, propone un trabajo basado en las prácticas meditativas y orientales que integra instrumentos como el gong, los cuencos tibetanos o el palo de lluvia amalgamados con una voz rotunda y excéntrica que muestra el trabajo in crescendo de la interprete afincada en Granada y de origen gijonés. Las prácticas de Mindfulnes completan una visión del festival que pretende recoger y ampliar las posibilidades edición tras edición, tomando de las propuestas del público las puntos de partida y las fuentes desde las que comenzar a elaborar el plan de acción del año 2020.
Nelia-Reyes García Dirección Festival
ALVAR VELÁZCO. RITMOS Y MINDFULLNESS
BATUKEIRA. PASACALLES
CORO y ENSEMBLE DEL LA UGR · JORGE MORATA
CONSURSO DE PINTURA AL AIRE LIBRE
DAVID MONTAÑÉS – ‘Bodas Alquímicas’
ENCUENTRO DE LOS FESTIVALES EN LA ALPUJARRA
‘FATIGAS TRIPLES’ · MAUI · RAÚL RODRÍGUEZ · CHIPI
GUATEQUE DE RITMOS ÉTNICOS
JOSE MIGUEL LÓPEZ – DISCOPOLIS
LA PANDA DE VERDIALES SANTO PITAR
MÚSICA EN LOS TINAOS
MESA REDONDA – «Mujeres en la música»
PACO VALIENTE
PASEANDO POR LA NATURALEZA
TALLER EXPREX – Asesoramiento legal para músicos
TOMAS MEDINA – El cuerpo es tu tambor
VICTORIA CRUZ
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